María Lejárraga, una escritora silenciada


En el mes de marzo, tuve la oportunidad de participar en el #EspecialWAH organizado por Woman Art House, un proyecto, desarrollado online, que visibiliza y da a conocer figuras femeninas a través de la historia del arte. Creadoras artísticas y culturales que han sido silenciadas o a las que no se les ha dado la relevancia suficiente. Si quieres acercarte al proyecto, consulta su página web, así como sus redes sociales.

Mi contribución a este especial fue con la creadora, activista feminista y maestra María Lejárraga. A continuación, puedes leer el artículo y conocer más la figura de esta importante mujer.

«Nisi serenas. Solo las horas de serenidad he sabido guardar en la memoria» (Martínez Sierra, 2000). Este era el lema que acompañó a María Lejárraga a lo largo de su vida. Una mujer  creadora, maestra, activista feminista, defensora de los más desfavorecidos, que vivió una longeva vida llena de historias, de contradicciones, de sinsabores, pero de la cual, al final de sus días, quiso quedarse con lo bueno, lo aprendido, y olvidar todo el dolor sufrido. Es otra más de las figuras que la herstoria ha dado y que ha tenido a mal ocultar, digno ejemplo de mujer luchadora y trabajadora incansable.

María Lejárraga. Imagen extraída de Rodrigo (1994).

Lejárraga nace en San Millán de la Cogolla un 28 de diciembre de 1874. Su madre fue quien le impartió la enseñanza elemental, a ella y a sus seis hermanos. Su padre, médico rural, fue el primero que la sujetó nada más nacer. Como buena riojana, sintió apego por su tierra durante toda la vida, aunque la abandonara desde muy pequeña para vivir en Madrid. En algunos de sus escritos, se puede sentir ese amor: «Andaría siempre […] la tierra tiene el tamaño preciso para recorrerla a pie en una vida». Una necesidad de habitar la tierra, pisarla, pasearla, que demostraría en su ir y venir incesante tanto por su país como por Europa y América.

Fue en Madrid donde María, descubriría una de sus grandes pasiones. El Teatro Español representaba, en época navideña, comedias para el público infantil e intentaba no perderse las funciones, alimentando todo un mundo de fantasía, creatividad e imaginación que trasladaría a las pequeñas obras caseras y, posteriormente, a toda su dilatada carrera como escritora.

María se formó en Magisterio, en la Escuela Normal Central de Maestros de Primera Enseñanza, en Madrid. Tras finalizar sus estudios, obtuvo una plaza como maestra, ejerciendo en la Escuela Modelo de Madrid (Plaza del Dos de Mayo). Su pedagogía e ideario estuvo influido por la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza, firme defensora de los derechos y capacidad de la mujer para ejercer la docencia.

Lejárraga contrajo matrimonio con Gregorio Martínez Sierra en 1900, tras años de novios y ya con unas cuantas letras escritas “conjuntamente”. Y esas letras fueron la base de una intensa producción que, bajo la firma de Gregorio, mantendría ocupada a María durante muchísimos años. Un talento ocultado, incluso, por su familia, ya que Cuentos breves. Lecturas recreativas para niños (1889), fue el único firmado con su nombre. Su familia no vio bien esta firma tan personal y, desde entonces, adoptaría el seudónimo de Gregorio Martínez Sierra en todas sus publicaciones. Incluso en las que, una vez fallecido Gregorio, mantendría con los apellidos de este. Una de las incongruencias de María fue esta: una ferviente defensora de la mujer, feminista activista, obviando sus creaciones y firmando con el nombre de su marido. Muchas compañeras de militancia se lo hicieron ver y ella afirmaba siempre: «los hijos de nuestra unión intelectual no llevaran más que el nombre del padre». María fue fuente literaria y económica de los Martínez Sierra. Esto era conocido por toda la sociedad pero, no fue hasta 1930, hasta que se hizo oficial, bajo un escrito de puño y letra de Gregorio.

María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra. Imagen extraída de Rodrigo (1994).

María fue amiga y colaboradora de otros artistas y creadores. Con uno de ellos, Juan Ramón Jiménez, tuvo una gran y especial relación. El escritor abrió y/o cerró muchas de sus creaciones, acompañándolas con hermosas palabras, como estas con las que describió a Lejárraga: «María, tres veces amapola, María, agua y lira tres veces, la que llevó al poeta como un niño a través de estos parques de llanto». Jiménez, de carácter algo huraño y difícil, encontró en María un gran apoyo y, junto con ella, fue uno de los renovadores de la escena modernista. A ellos y a escritores como Pedro González Bueno y Ramón Pérez de Ayala, se les debe la creación de la Revista Helios, en la cual escribirían autores de la Generación del 98, del movimiento modernista o la gran Emilia Pardo Bazán. María también estaría detrás, años después, de la creación de la Revista Renacimiento, germen de la Biblioteca Renacimiento, luego editorial que editaría sus memorias en 2019.

Declaración de autoría de las obras compartidas firmada por Gregorio Martínez Sierra. Imagen extraída de Rodrigo (1994).

Y en 1906 llega el primer éxito narrativo: Tú eres la paz, suponía un texto en el que la realidad pasaba a la ficción: un amor juvenil con promesas, conflictos e infidelidades… fue el presagio del engaño de Gregorio con la actriz Catalina Bárcena, intérprete de muchas de las obras de teatro que compuso Lejárraga.

Otra de las grandes obras compuesta por María fue Canción de cuna (1911), todo un éxito de público y crítica que recibió el premio a mejor obra dramática de la Real Academia de la Lengua. Se trataba de un tierno y emocional texto de María, que nacía de una noticia real leída en el periódico. Este texto ha sido llevado al teatro y al cine en multitud de ocasiones, una de las últimas por José Luis Garci, en 1994.

María supo cultivar las relaciones de amistad y, por ende, muchas de ellas, de productividad creadora. Es el caso de Manuel de Falla, o “su don Manué», como se refería a él en más de una carta. De la mano de Lejárraga, Falla descubrió Granada y su Alhambra. La escritora escribió los manuscritos de El Amor brujo: «Él con su papel y su lápiz, yo con mis fantasías y mi anhelo».

María y Gregorio. Imagen extraída de Rodrigo (1994).

Como gran apasionada de la música, María colaboró con artistas como Falla, Turina o José Mª Usandizaga. Ella escribiría libretos para Margot, Retrato o La llama. Nuestra protagonista agradecía a los músicos sus creaciones ya que la hacían descansar «de la pesadumbre de pensar».

Pero si hay una vertiente muy destacable de María Lejárraga fue su activismo feminista y su acción política.

En De feminismo, Cartas a las mujeres de España, Feminismo, feminidad, españolismo y La mujer moderna,  encontramos su ideario y sus deseos: «que las mujeres alcancen la plenitud de su vida, que tengan los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres, que gobiernen el mundo a medias con ellos, procurando la felicidad propia y mutua para bien de la especie humana». Paradójicamente, sus inspiradores escritos también fueron firmados y declamados por Gregorio.

Curso sobre política y femenismo, en el Ateneo de Madrid, impartido por María Martínez Sierra. Extraído de Internet (Crónica, 1931).

María participó en la fundación de las asociaciones feministas y en el movimiento por los derechos de la mujer que empezó a surgir en su época. La Unión de Mujeres de España la tuvo como secretaria, la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer contó con ella como representante española, estuvo en el grupo organizador del Lyceum Club Femenino y, junto con Clara Campoamor, creó la Sociedad Española de Abolicionismo. Formó parte del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, junto con Dolores Ibárruri, Isabel de Palencia y Matilde de la Torre.

Pero su gran obra feminista fue la creación de la Asociación Femenina de Educación Cívica (1932), la Cívica, con un firme compromiso: apostar por la cultura en la mujer como recurso ineludible para su emancipación. En esta apuesta jugaron un papel muy importante las artes, creándose el Club Teatral Anfistora, codirigido por Pura Ucelay y Federico García Lorca.

Fundación de la Asociación Femenina de Educación Cívica. Extraído de Internet.

La vida de María Lejárraga también estuvo vinculada a la política. En 1933 fue nombrada diputada socialista en Cortes por la provincia de Granada. Recorrió la provincia para conocer todas sus necesidades. Hasta que, en 1936, la Guerra Civil acabó con todos los sueños de cambio de María, obligándola a exiliarse, primero en Niza, más tarde en Estados Unidos y, finalmente, en Buenos Aires. No regresaría a España (murió 6 meses antes de cumplir los 100 años, en 1974).

En su exilio argentino, María se refugiaría en la escritura como representación de su único hogar. Sus memorias, bajo los títulos de «Una mujer por los caminos de España» (1952) y «Gregorio y yo» (1953), esta vez sí llevarían su nombre, pero no su apellido: quedando en el recuerdo, por siempre, María Martínez Sierra, una mujer muy consciente de su historia vital, «soy mi propio espejo y mi propio fantasma».

Bibliografía consultada:

González, R. (13 febrero, 2018). María Lejárraga por caminos de España. Recuperado de https://losojosdehipatia.com.es/cultura/libros/maria-lejarraga-por-caminos-de-espana/

Lizarraga, I. (2012). Cándida. Recuperado de https://isabellizarraga.blog/novelas/candida/

Lizárraga, I. (2013). El color de la nostalgia (María Lejárraga y Buenos Aires). En  Mª T. González de Garay y J. Díaz-Cuesta. (eds.), El exilio literario de 1939, 70 años después: actas, (pp. 255-264). Logroño: Universidad de la Rioja.

Martínez Sierra, M. (2000). Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración. Valencia: Pre-Textos.

Rodrigo, A. (1994). María Lejárraga. Una mujer en la sombra. Madrid: VOSA.

Artículo publicado, originariamente, en Woman Art House.

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