2018, Año Europeo del Patrimonio Cultural


por Stella Maldonado Esteras, Ubuntu Cultural.

Recién recibimos un año más ¿será mejor o peor que el anterior? ¿Qué nos deparará? La incertidumbre siempre planea sobre nuestras cabezas en los comienzos de curso, de año, tras las vacaciones, las onomásticas…  ¿se cumplirán todos los deseos y proyectos que hemos anotado en el papel? ¿O nos conformaremos con  tener salud, trabajo y amor, que tampoco es que sean malas peticiones?

He de reconocer que este año me he saltado la tradición de apuntar en un papelito un par de deseos, alguno más si cabe, y quemarlo nada más tomar las uvas de la suerte, brindar y felicitar a nuestros seres más queridos y más cercanos ¿por qué? Hay cosas que no tienen explicación.

El año pasado ya fui poco ambiciosa, nada de grandes deseos, algunas veces inabarcables…  ¿y para este qué, nada qué pedir, ni desear? Pues sí, pero, para que apuntarlos; los deseos y sueños verdaderos no se borran de la mente ni del corazón, auténticas pizarras de nuestra memoria.

El año que hemos dejado atrás ya deparó alguna que otra sorpresa: volver a las aulas, aunque sean virtuales; el contacto con otras personas con interés en la educación, en investigar y cambiar los modelos y metodologías educativas, en beneficio de una pedagogía mucho más significativa y transformadora, siempre es alentador y enriquecedor. Así que ¿para qué pedir más? Y si a esto le añades poner tu granito de arena en la formación en educación artística de las y los futuras docentes, mejor que mejor. A esto se suma, seguir con mis niñas y niños de altas capacidades construyendo mundos basados en el diálogo, la creatividad, la emoción y el juego a través de las manifestaciones artísticas más diversas. La guinda del pastel.

Laboratorio de Arte y Creatividad. Diálogos con el arte. Fotografía propia.

Laboratorio de Arte y Creatividad. Diálogos con el arte. Fotografía propia.

Pero este año no es un año corriente, sobre todo para los que nos dedicamos, de una u otra forma, a trabajar con el patrimonio cultural, o como a mí me gusta denominarlos, los patrimonios porque son múltiples y diversos.

Este año 2018, la Unión Europea lo ha declarado el año europeo del patrimonio cultural ¿Qué supone esto? Pues un año en el que diferentes instituciones vinculadas al sector se lanzarán a crear campañas y programas para visibilizar y concienciar de la importancia de la salvaguarda de los elementos patrimoniales. Y esto ¿es bueno o malo? En realidad es bueno,  muy bueno; ya que las actividades entorno al patrimonio y su puesta en valor nunca deben ser eliminadas, sean estas las que sean.

Pero si dejamos aflorar nuestro pensamiento crítico y manifestamos nuestro rechazo a las efemérides porque con demasiada frecuencia se quedan en  una marca en el calendario, debemos manifestar nuestro deseo a que las políticas culturales que se pongan en marcha en este año en pro de la defensa y difusión del patrimonio no se queden en una serie de programas con fecha límite ni tampoco que, tras la formulación de muy buenas intenciones, todo se quede en un papel o no se busque la concienciación efectiva y significativa del gran público, que evidencie que el patrimonio está ahí siempre y que forma parte de nuestro día a día, de nuestra vida y nuestra identidad, como individuos y como sociedad.

Mural Patrimonio Cultural. Elaboración propia.

Mural Patrimonio Cultural. Elaboración propia.

Celebrar el año del patrimonio cultural es algo así como celebrarnos a nosotros mismos, pues no hay patrimonio sin personas, y no hay personas sin patrimonio.

En la sociedad actual debemos conjugar pasado, presente y futuro en torno al patrimonio. En las sociedades del aquí y el ahora ¿cómo detenernos y ser capaces de dar valor a aquello que nos constituye? ¿A aquello que hemos heredado y que construimos día a día? ¿Cabe en una sociedad como la nuestra hablar y difundir el valor de los patrimonios? Si, si cabe y si se puede, con más fuerza para que no se olviden aquellos elementos que nos convierten en personas y en sociedad; pero no sólo hay que revalorizar el pasado, sino resignificar aquello que construimos en el presente. Debemos buscar el significado de las pequeñas cosas, los posos de las experiencias que vivimos  que dejan rastro en nosotros, que no se evaporan tan fácilmente. Memoria, recuerdos, ideas que hilamos con lo que fuimos a través de otros, lo que somos y levantamos con nuestras propias luchas, tejiendo junto a otros y para otros que serán nuestro mañana.

El arte plástico, la arquitectura, la música, el teatro, las tradiciones populares, la naturaleza y el paisaje en toda su extensión, la literatura, el cine… todas ellas manifestaciones culturales que nos ayudan a conocernos, a saber quiénes somos y a mostrarnos al mundo.

Una de estas formas de identidad patrimonial es el largometraje “Coco” de la factoría Disney-Pixar. Esta película de animación de reciente estreno es de obligada visualización, tanto por pequeños como por grandes. Deben verla porque en ella se unen los elementos necesarios para significar los elementos fundamentales del patrimonio: identidad, pertenencia, emoción, valor. Recuérdenlo.

«Recuérdame» (2017), de Luis Ángel Gómez Jaramillo & Rocío Garcel. Vídeo extraído del canal de Youtube Mundo feliz.

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