por Ana Sánchez Ferri, educadora y colaboradora voluntaria de la Asociación Amal Taznaqt

«Vivimos en la encrucijada de un cambio de época de consecuencias imprevisibles que, simultáneamente, constituye un reto y una oportunidad para quienes creemos que otro mundo es posible y necesario, y que de nosotros también depende dar forma a eso nuevo que está naciendo” (Aranguren, 2012, p. 103).

Es partiendo de esta realidad como comienza nuestra reflexión acerca del valor que tiene una estancia solidaria y un voluntariado. Desde la idea de estar inmersos en procesos cambiantes y en una sociedad que se mueve a un ritmo vertiginoso y que nos hace plantearnos cuál puede ser nuestro papel. Como cita Aranguren, en nuestras manos está verlo como un reto y una oportunidad para crear algo que adquiera la fuerza necesaria no tanto para cambiar el mundo, sino ese pequeño trocito en el que nos ha tocado vivir.

Esta reflexión se articula en varios conceptos sobre los que fundamentar la importancia de la educación social y la comprensión de la diversidad cultural. El primero de ellos y que consideramos la base sobre la que asentar el resto, será la educación.

Nos centraremos en un caso concreto, como son las estancias solidarias de una asociación marroquí, la Asociación Amal Taznaqt. Esta pequeña entidad surge a partir de la voluntad de varios jóvenes marroquíes, provenientes del pueblo de Taznaqt, con la intención de mejorar la calidad del pueblo, pero sobre todo de fortalecer la base del mismo, los niños, a los que ellos llaman “la esperanza (designada por la palabra árabe amal) de nuestro futuro”.

Taznaqt

Y es partiendo de esta idea como surgen sus estancias solidarias con intercambio intercultural entre voluntarios provenientes de otras realidades y los niños del pueblo. En tal sentido, se realizan actividades de carácter educativo durante el verano para crear una escuela de verano en la propia del pueblo, realizando actividades de idiomas (español e inglés, a los que no se tiene un acceso fácil durante el resto del año), actividades lúdicas, artísticas, etc., con el objetivo de ofrecer aquello que podríamos entender que se puede aportar desde nuestra realidad social.

Algunos objetivos tanto generales como algo más específicos, parten de una intención tan utópica como real, de posibilidad de cambio:

• Promover proyectos y actividades de ámbito social, cultural y educativo para enriquecer el desarrollo de la población, especialmente de los niños.
• Favorecer y promover intercambios culturales entre los voluntarios, coordinadores y la población, desde el respeto y el aprendizaje, para conocer la cultura y tradiciones, y desarrollar compromisos personales en actividades colaborativas.
• Elaborar proyectos culturales y sociales en colaboración con otros organismos y asociaciones para la ayuda y mejora de la población.
• Elaborar proyectos educativos y actividades lúdicas-culturales para la mejora del desarrollo de los niños.
• Intermediar en la convivencia entre los voluntarios y los habitantes del pueblo, así como del país en cuanto nos sea posible, para dar a conocer las tradiciones y cultura de Marruecos desde una perspectiva de respecto, seguridad y aprendizaje.
• Desarrollar compromisos personales y sociales mediante la realización de actividades en grupo entre niños y adultos o entre adultos de diferentes procedencias con pensamientos muy dispares para lograr una superación personal por parte de todos los individuos.

Voluntariado con niños pequeños

No obstante, las actividades planteadas no son unidireccionales, no se presentan desde la perspectiva de dar aquello que podemos entender como carencia, sino que la estancia solidaria se articula desde la comprensión de la diversidad cultural como riqueza. La idea es entender que cada identidad genera comunidades diferentes, con vínculos de unión por representar valores patrimoniales propios, que es donde reside el valor de las mismas, estableciendo estrategias e inercias desde la bidireccionalidad, desde el dar y recibir a partes iguales.

Estas estrategias permiten recibir desde una perspectiva desde la comprensión y el aprendizaje. No solamente es necesario que el voluntario aporte, que por supuesto su trabajo es importantísimo en el desarrollo humano y cultural de los niños del pueblo, así como el intercambio con otros agentes sociales, sino que es importante que reciba, que comprenda una realidad, que observe unos valores, que participe de la realidad de un pueblo, muy alejado de su propia realidad.

Porque es en este intercambio donde observamos el valor de la educación y la sensibilización, en la comprensión de una cultura diferente. El trabajo real comienza cuando, una vez de vuelta, somos capaces de darnos cuenta de que existen pueblos que nos enseñan a vivir con poco, que nos permiten valorar las pequeñas cosas, que ofrecen aquello que no tienen, que se sientan a escuchar, que crean lazos y vínculos emocionales que la modernidad y el ritmo en el que vivimos está haciendo más débiles. Es aquí cuando observamos que la educación es mutua y que el conocimiento de otras realidades nos permite poder cambiar la nuestra.

Rescatando el artículo de Aranguren, el autor establece una premisa que nos parece interesante en nuestra reflexión,

“el voluntariado como escuela de ciudadanía, en la que cada persona voluntaria aprende el ejercicio de ser ciudadana no tanto porque hace cosas, dedica unas horas más o menos, sino porque está ejerciendo con conciencia y responsabilidad su derecho a participar en la mejora de su comunidad” (Aranguren, 2012, p. 105).

Niños en Taznaqt

Para conocer algo más sobre las estancias solidarias de la Asociación Amal Taznaqt, se puede consultar su web: www.amaltaznaqt.org.

Referencia:

Aranguren, L. (2012). “Voluntariado, educación y ciudadanía”. Educación social. Revista de Intervención Socioeducativa, 50, pp. 102-112